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Child sitting on bike, smiling at camera.

 

A los 18 meses, Aaron estaba en el percentil 75 de estatura, pero solo en el 5 de peso. Su madre, Brittany, creía que los alimentos ricos en grasa, como la mantequilla de cacahuete, podrían ayudarlo a subir de peso, pero el pequeño parecía detestarlo. Luego, cuando Aaron creció un poco y le dieron una barra de granola, comentó que le picaba la garganta y luego vomitó. Las sospechas de Brittany se agudizaron.

Ella y su esposo le hicieron a Aaron una prueba de alergia alimentaria. Efectivamente, dio positivo en alergia a los frutos secos, especialmente a los pistachos.

Brittany hizo todo lo posible para proteger a su hijo de reacciones potencialmente mortales. Encontró un preescolar sin frutos secos. Guardó pastelitos en el congelador para que Aaron pudiera participar en las celebraciones. Aun así, el miedo era constante. Aaron era un niño normal y activo de 4 años, propenso a ser impulsivo y a robar golosinas cuando las encontraba.

¿Cómo podrían mantener a Aaron a salvo y al mismo tiempo alentarlo a tener experiencias infantiles normales?

Como exalumno de Stanford, el esposo de Brittany sabía que se estaban llevando a cabo investigaciones financiadas por donantes para encontrar una solución para niños y adultos con alergias alimentarias graves. La familia consideró la posibilidad de inscribir a Aaron en un ensayo clínico. Era un gran compromiso: tendrían que conducir de tres a cuatro horas desde su casa, al norte de Sacramento, cada dos semanas hasta el Centro Sean N. Parker para la Investigación de Alergias y Asma en Mountain View. Una vez en el hospital, recibir tratamiento no fue fácil. Aaron tenía que comer pequeñas cantidades de los alimentos a los que era alérgico y estaba ansioso.

“Las enfermeras de la clínica fueron increíbles”, recuerda Brittany. “Fue muy difícil, y nos ayudaron en cada paso del camino”.

Hubo momentos en que parecía que debían rendirse, pero el equipo del Centro Sean N. Parker para la Investigación de Alergias y Asma estuvo presente para animar a Brittany y ayudar a Aaron a seguir adelante. Después de dos años, los resultados fueron asombrosos. Aaron pudo exponerse a sus alérgenos sin ninguna reacción. La familia pudo volver a una vida con más libertad y menos miedo. Hoy, Aaron, de 7 años, es un niño extrovertido y feliz con un futuro brillante por delante.

"Le encantan los cómics e incluso dibuja sus propios cómics", dice Brittany. "Ahora practica jiu-jitsu y está muy ocupado".

Gracias a su apoyo al Centro Sean N. Parker para la Investigación de Alergias y Asma de la Universidad de Stanford, más niños como Aaron tendrán la oportunidad de superar sus alergias y vivir la vida al máximo.

Aaron es #WhyWeScamper.

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