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Garantizar la salud y el bienestar de los niños en Estados Unidos nunca ha sido tan crucial para el futuro económico y político del país. La numerosa generación del baby boom está envejeciendo y jubilándose al mismo tiempo que las tasas de natalidad disminuyen, transformando el panorama social y económico. En 1970 había 23 personas mayores por cada 100 personas en edad laboral, pero para 2030 las proyecciones indican que habrá 42 personas mayores por cada 100 trabajadores. El país ya depende de una población relativamente menor de trabajadores y consumidores para impulsar la economía y generar los ingresos fiscales que financian todos nuestros programas sociales, incluidos Medicare y la Seguridad Social. Esta es una tendencia preocupante que, según las previsiones, continuará durante gran parte del siglo XXI.

Esta relativa escasez de niños implica que cada niño —independientemente de su género, etnia, lugar de residencia o situación económica— es proporcionalmente más importante para nuestro futuro que nunca. Más allá de nuestra obligación moral de cuidar a los niños por su propio bien, nuestra economía futura, nuestro nivel de vida y nuestra posición de liderazgo mundial exigen que la infancia se convierta en nuestra máxima prioridad.