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Pablo y Damaris Sánchez se enteraron de que esperaban una niña a las 20 semanas de embarazo. Pero la emocionante noticia se convirtió en una tragedia cuando les informaron que su bebé, a la que pronto llamarían Nataly, tenía una cardiopatía congénita grave. La aorta del corazón de Nataly era más estrecha de lo normal y se le diagnosticó una coartación de la aorta. Esto podría provocar presión arterial normal o alta en la cabeza y los brazos, y presión arterial baja y pulsos débiles en las piernas y la parte inferior del cuerpo. Afortunadamente, se pudo realizar una cirugía correctiva inmediatamente después del nacimiento.

Cuando Nataly nació el 9 de julio de 2020, los médicos descubrieron la gravedad de su afección: tenía un orificio en el lado izquierdo del corazón y una rara condición llamada arteria coronaria izquierda anómala originada en la arteria pulmonar (ALCAPA), que requería cirugía de emergencia. Con tan solo una semana de vida, Nataly tendría que someterse no a una, sino a dos cirugías para salvarle la vida.

Por suerte, estaban en las mejores manos. Nataly recibía tratamiento en el Centro Cardíaco Infantil Betty Irene Moore del Hospital Infantil Lucile Packard de Stanford, uno de los centros cardíacos pediátricos más importantes del país. Mientras Nataly recibía atención, nuestro hospital también brindó consuelo a la familia Sánchez durante los siguientes seis meses. Aunque su hijo de tres años, Pablo Jr., no podía estar en el hospital debido a los protocolos de la COVID-19, nuestro equipo de Apoyo Infantil y Artes Creativas les ayudó a distancia, proporcionándoles libros y recursos para que el hermano mayor comprendiera lo que le sucedía a su hermanita.

“El plan era que ella se fortaleciera”, dice su padre, Pablo.  

Nataly se recuperó y mejoró notablemente. Cinco meses después de su nacimiento, le retiraron el tubo de respiración y seis meses más tarde salió del hospital con su familia. La familia Sánchez estará eternamente agradecida al equipo médico y de enfermería que atendió a Nataly y que los acompañó con tanto ánimo cuando salieron del hospital y regresaron a casa para conocer a su hermano mayor por primera vez.

“Fue el esfuerzo de equipo lo que nos unió y la fe en que todo iba a salir bien”, dice Pablo, “Tenemos la fortuna de traer a Nataly a casa”.

La lucha de Nataly continúa; necesitará seguimiento médico y visitas frecuentes al hospital. Por ahora, la familia Sánchez agradece estar todos juntos en casa y está emocionada de participar en la carrera Scamper con nosotros el 18 de junio.

La fortaleza de Nataly, la fe de su familia y el equipo médico del Hospital Infantil Packard la ayudaron a superar numerosas complicaciones, como hipotensión, coágulos sanguíneos y una infección estomacal. Gracias a la atención de los diversos miembros del equipo médico y especialistas de nuestro hospital, la familia Sánchez encontró consuelo al saber que tanto Nataly como ellos estaban recibiendo el cuidado y el cariño necesarios.

“Tuvimos el privilegio de que el Dr. Katsuhide Maeda realizara sus dos primeras cirugías, y el Dr. Michael Ma llevó a cabo una cirugía de 15 horas para corregir el resto de sus problemas cardíacos. El personal nos apoyó en todo momento”, dice Pablo. “Estamos muy agradecidos de haber contado con la Dra. Meghna Patel como nuestra médica de cabecera. Siempre nos transmitió la esperanza de que todo saldría bien”.

Pablo y Damaris se sentían reconfortados al pensar que Nataly estaba en buenas manos, y aunque se sentían apoyados por su familia y su comunidad en casa, la presión emocional y las limitaciones físicas de la pandemia seguían pesando mucho en sus mentes.

“Tuvimos la suerte de contar con nuestra burbuja familiar a la que podíamos ver. Durante seis meses, [nuestro hijo] Pablo estuvo yendo de casa en casa”, recuerda Pablo. “Nadie más podía estar en el hospital, solo mi esposa y yo. Fue duro”.

Gracias a sus generosas donaciones a nuestro hospital, pacientes como Nataly pueden recibir atención de primera clase, mientras que sus familias pueden encontrar consuelo durante los momentos más difíciles de sus vidas.

“Como padre que pasó por esta terrible experiencia”, dice Pablo, “quiero agradecerles de todo corazón porque lo que hacen todos estos programas en Stanford es de gran ayuda. Ayudan a familias como la nuestra; a mí me ayudaron”.